Toni Negri (1933-2023)
Foto: Especial
Israel Covarrubias
El pasado 16 de diciembre murió en París el pensador político Antonio Negri. Su pérdida es significativa para el campo de las Ciencias Humanas, ya que no solo perdemos a un exponente de primera línea de los sectores más originales y consistentes que ha dado la izquierda radical europea en los últimos cincuenta años, sino también perdemos a un polemista que realizó contribuciones fundamentales a las ideas políticas de nuestro tiempo.
Pensador en exilio, perseguido, ninguneado, vilipendiado con el mote de “cattivo maestro” que sus detractores utilizaban sin empacho, sobre todo en los círculos italianos más reactivos tanto de derecha como de izquierda para descalificarlo y negarle su “voz”, Negri tuvo una vida azarosa y nada fácil, pero sin duda este rasgo es lo que empujó a que su reflexión no estuviera comprometida con ninguna forma de poder. Al contrario, fue un autor comprometido con la tarea crítica de perforar toda expresión arbitraria del poder que se ejerce desde arriba.
En este sentido, su probidad intelectual, contra todo pronóstico, no es regateable. Muestra de ello es el largo periplo que lo llevó a pasar cuatro años en prisión entre 1979 y 1983, motivado por una acusación jamás comprobada de pertenecer a las Brigadas Rojas, el grupo terrorista italiano de extrema izquierda que estuvo activo principalmente durante los años setenta, además de ser señalado como el autor intelectual del asesinato de Aldo Moro, líder de la Democracia Cristiana, en 1978. En 1983, luego de ser electo como diputado por el Partido Radical fue liberado, pero inmediatamente se le canceló la inmunidad parlamentaria en un intento de encarcearlo de nuevo, por lo que Negri decidió huir a Francia, donde vivió 14 años bajo prácticamente un estatus de inmigrante ilegal. En 1997, en una decisión audaz y que refleja su coherencia intelectual y política, decide regresar a Italia. Una vez que pisa suelo italiano, es arrestado y llevado a prisión por siete años más, hasta 2004, para cumplir la condena de ser responsable, por sus escritos y publicaciones, de la violencia surgida durante el periodo de los “años de plomo”, que durante los años setenta había desarrollado una serie de luchas políticas y sociales muy intensas, encauzadas por ciclos de protestas, huelgas salvajes y violencia terrorista a lo largo de toda la península.
Casado con sus causas políticas, muchas de ellas perdidas en el camino, nunca termino seducido por la fascinación del vértice o del imperativo que fantaseaba una y otra vez con la posibilidad de tener un ejército a su disposición para completar el círculo al que el liderazgo de los movimientos comunistas estaba llamado a encabezar, quizá por un motivo más delirante que razonable. Para él, la idea, el concepto, no podían ser escindidos del universo donde tenía lugar el teatro de la acción humana, y por ello está colocado en las antípodas del pensamiento que abreva del liberalismo democrático tan manido en nuestro tiempo. En efecto, las causas que dinamitaban su pensamiento estuvieron supeditadas al signo de la lucha contra las formas de explotación en el capitalismo tardío, donde produjo algunas de las mejores paginas para entender la mutación antropológica que el capitalismo experimentó a partir de los años setenta del siglo pasado, sobre todo en relación al trabajo vivo y, en general, a la posibilidad o no de pensar a la vida desde un punto de vista político.
En este sentido, se puede leer en su obra que el mecanismo que produce el desarrollo contemporáneo del capitalismo para atragantarse, es el mismo que también puede permitir la recuperación de una forma de vida en perpetuo devenir que llamará multitud, logrando perforar la lógica del capital a través de la rebeldía, la desobediencia y la protesta cotidiana en los pliegues internos a ese sistema. La especificidad de la multitud es que no se despliega como pueblo, sino como forma de vida incompleta próxima a la figura del monstruo político; por lo tanto, nunca regresa al principio de la identificación política esencializada. Quizá esta sea una de las objeciones más relevantes que desarrollará a la cultura y la practica comunista contemporánea. Así, la inmanencia implícita a todo actuar humano será una de sus coordenadas esenciales en su despliegue teórico y que, adelanta por mucho, por ejemplo, el debate acerca del posthumanismo que ha tenido lugar en las últimas décadas. Nos es privativo que en la obra de Negri las figuras de Spinoza o Maquiavelo, ambos pensadores de lo contingente, dialoguen contínuamente con Marx, Hegel, Lenin, etcétera.
Toni Negri, como llegó a firmar muchos de sus libros, fue un teórico político de gran solidez y de largo respiro, que supo desarrollar una lectura precisa de su tiempo de manera visionaria, acaso meramente intuitiva, pero que lo llevaron a la fama mundial en las tres últimas décadas de su existencia, sobre todo luego de la publicación de Imperio en el 2000, en coautoría con Michael Hardt. Este libro fue seminal en el debate sobre los efectos perversos de la globalización. Obra original, mezcla de hibridez conceptual y cierta aspereza expositiva, Imperio adviertía el ascenso del nuevo poder postsoberano, frente al que los propios Estados nación poco o nada podían hacer para reaccionar frente a él.
Pero su trabajo más fino, donde es un pensador político en el más clásico de los términos, aun está por ser aquilatado. Una guía de lectura en este campo nos llevaría a revisitar su ensayo La anomalía salvaje. Ensayo sobre poder y potencia en Baruch Spinoza, o al que le dedica a Job. La fuerza del exclavo, así como sus ensayos autobiográficos sobre su primer arresto y fuga, El tren de Finlandia, y a sus memorias, compuestas en una amplia trilogía titulada Historia de un comunista. Luego están sus libros sobre Marx, no sobre marxismo, uno de los principales se llama Marx más allá de Marx: Nueve lecciones en torno a los Grundisse. Finalmente aparecen sus trabajos sobre biopolítica que siguen las huellas de Imperio: Multitud y Commonwealth: El proyecto de una revolución del común, también escritos en coautoría con Hardt.
Sostener que con su partida solo perdemos a un pensador comunista es apresurado. En efecto, el comunismo siempre fue una suerte de fantasma que lo siguió toda su vida intelectual, pero su legado va más allá de los márgenes de un pensamiento en torno al comunismo. Su contribución al debate sobre la biopolítica, pensada abiertamente como una ontología política de la vida, es importante desde el punto de vista académico y también militante. Quizá es el autor que abrió una ventana de pensamiento sobre lo político que en las últimas décadas se ha identificado como italian theory, en la que destacan, entre otros, Roberto Esposito o Giorgio Agamben. Este último escribió después del fallecimiento de Negri que su ausencia no sólo es una pérdida personal, ya que involucra además “a todo nuestro país y a su historia, cada vez más falsa, cada vez más olvidada, como demuestran los odiosos obituarios, que sólo recuerdan al mal maestro y no al mal y atroz país en el que le tocó vivir y que intentó, quizá equivocadamente, mejorar”.
Israel Covarrubias es doctor en ciencia política por la Universidad de Florencia, Italia. Entre sus libros destacan Los espejos de la democracia. Ley, espacio político y exclusión (2015), Transformaciones contemporáneas de la democracia (2017), y La fascinación del populismo (2023). Es colaborador de elpost.mx y coconductor del programa de análisis político Entre zorros y erizos,