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Trump o el fin del orden político internacional

Juan Cristóbal Cruz Revueltas
@jccruzr (10/03/2025)

Sin duda, estamos ante un cambio de época, sobre todo en Europa. Para Dominique Reynié, profesor de Sciences Po Paris, el famoso centro de formación de la élite política francesa, el desencuentro en el Salón Oval del 27 de febrero entre Trump y Zelensky marca el fin histórico de un espacio internacional ordenado por el derecho. Estaríamos dejando atrás, nada más ni nada menos, el mundo establecido desde el Tratado de Westfalia de 1648. En el siglo XVII, este tratado permitió poner fin a la Guerra de los Treinta Años, que había costado cuatro millones de vidas y reducido en un 30 % la población del Sacro Imperio Romano Germánico. Su éxito radicó en el establecimiento de un orden jurídico internacional basado en el reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial de los Estados. El orden internacional surgido en 1945 tras la Segunda Guerra Mundial, cuyo pilar fueron los Estados Unidos, se consolidó sobre esos mismos principios. Las condiciones de relativa seguridad jurídica y estabilidad política que este favoreció permitieron al mundo conocer una innegable época de prosperidad durante la segunda mitad del siglo XX. En particular, para los propios Estados Unidos: en 1945, su PIB era aproximadamente de 223 mil millones de dólares; en 2025, se estima en 26 billones.

Pero hoy, 80 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, la administración de Trump parece empeñada en demoler precisamente el principio de soberanía y la regulación de las relaciones internacionales por medio del derecho. Así lo evidencian las sucesivas declaraciones agresivas contra Groenlandia, Panamá, México e incluso las intervenciones en la política interior europea por parte de Elon Musk, “empleado especial” del gobierno estadounidense. Sin mencionar el ya citado caso de Ucrania, en el que el presidente de los Estados Unidos traiciona a su antiguo aliado y se muestra dispuesto a respaldar la ilegal invasión rusa. Se pueden hacer infinitas especulaciones, pero no es claro, ni mucho menos evidente, cómo la destrucción del orden internacional que los Estados Unidos crearon pueda beneficiarlos. Algo parecido puede decirse de la obsesión trumpiana por los aranceles. Quizás disfruta del poder personal que le confiere la capacidad de obstaculizar arbitrariamente, en cualquier momento, el sector de la economía que desee, pero, de seguir así, terminará por desarticular las cadenas de producción entre México, Canadá y los Estados Unidos. Quizás algunas empresas trasladen su producción y sus empleos a territorio estadounidense, pero el efecto final será una Norteamérica menos competitiva, con productos más caros para el consumidor estadounidense. Justo lo contrario de lo que pidió el electorado en las últimas elecciones. Esto no impide que, a pesar de todo, haya un claro beneficiario de las recientes acciones de Trump, aunque no viva en Norteamérica: Vladimir Putin. No sorprende que el otrora asesor del presidente francés François Mitterrand, Jacques Attali, sentencie con prudencia: “No sabemos si lo es, pero todo sucede como si Trump fuera un agente ruso”.

Los efectos de la política disruptiva de Trump ya se están haciendo notar. Por lo pronto, ningún actor internacional volverá a confiar en los Estados Unidos. Como demuestra el caso ucraniano, Estados Unidos se ha convertido en un Estado sin visión a largo plazo, capaz de extorsionar a sus antiguos aliados justo cuando más necesitan su ayuda. De esto se sigue, por ejemplo, que los países europeos ya entendieron que no deben comprarles armas. Seguramente, los italianos optarán por el operador satelital Eutelsat, su competencia francesa, en lugar de Starlink de Elon Musk. Algo similar sucede con Japón y Taiwán, que se dan cuenta de que no pueden confiar plenamente en la respuesta de Estados Unidos en caso de un ataque chino. Ya en este momento, Corea del Sur considera la opción nuclear, sobre todo porque ya no puede descartar la posibilidad de que, a sus espaldas, el gobierno de Trump lleve a cabo una apertura diplomática con Corea del Norte. Y el caso de Corea del Sur no será el único: si hasta ahora el paraguas nuclear estadounidense desalentaba la proliferación nuclear, en este nuevo escenario sin garantías, todas las potencias con capacidad buscarán dotarse de armamento nuclear para asegurar su protección. El caos y las meras relaciones de fuerza son la propuesta de Trump para el mundo del siglo XXI.

El actual gobierno de los Estados Unidos aísla a su país del mundo, reduce el presupuesto en educación, censura la investigación científica, debilita su propio andamiaje democrático, adquiere fuertes rasgos oligárquicos, personaliza el ejercicio del poder… todos los signos de una potencia en declive que, además, deja al mundo convertido en una jungla.

Como apunta Dominique Reynié, ya en el 426 d. C., en su obra La ciudad de Dios, Agustín de Hipona escribía: “¿Qué son los imperios sin la justicia sino grandes bandas de bandidos?”. Como respuesta a Agustín de Hipona, la Modernidad encontró en el derecho la vía de salida del estado de naturaleza en el ámbito internacional, pero, a fin de cuentas, lo que estamos viendo ahora es la franca deconstrucción de la Modernidad y del sueño del filósofo Immanuel Kant de una paz universal.