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La remontada de la izquierda francesa

Ilustración: Especial

Juan Cristóbal Cruz Revueltas *

Algunos medios internacionales hablaron del milagro, en tanto que otros evocaron la metáfora de la montaña rusa para explicar lo sucedido este domingo en las elecciones francesas. No es para menos. Desde 1974, cuando Valéry Giscard D’Estaing ganó en la segunda vuelta a François Mitterrand, luego de haber perdido en la primera, no se había dado de nuevo ninguna inversión del resultado. Antes del domingo, ningún analista lo anticipó. Hace apenas unos días, se daba por descontado que el partido de extrema derecha, Agrupación Nacional (RN), tras conseguir el primer lugar de las preferencias en la primera ronda, finalmente saldría cómodamente triunfador. La pregunta en ese momento era aquella del alcance de su triunfo. Seguro de sí, Jordan Bardella, el muy joven dirigente del RN, pedía al electorado la mayoría absoluta. Su petición fue escuchada al grado de que la pregunta “¿quieres darle la mayoría absoluta a la extrema derecha?” fue la que estructuró el sentido del voto. Como lo sabemos ahora, la respuesta de la mayoría de los franceses fue un “no” rotundo a esta suerte de referéndum.

A pesar de conseguir el 36% de los votos, el RN terminó cayendo al tercer lugar gracias al juego de alianzas y del alto grado de movilización que hizo que el 66.63% del electorado saliera a votar, en buena medida por el miedo que produjo su posible victoria. En tanto que, por las mismas reglas electorales, la izquierda del Nuevo Frente Popular que obtuvo el 25% de los votos pasó del segundo al primer lugar. En cuanto a Renacimiento, el bloque presidencial, no cayó como se había previsto, ya que se quedó en un no tan despreciable segundo lugar por encima de la extrema derecha. Sin duda esta fue una victoria para Macron, pero de tipo pírrico puesto que su movimiento perdió en la nueva Asamblea el 41% de sus antiguas diputaciones.

La extrema derecha ha alegado que se le robó la elección. Al menos así lo sugiere Bardella cuando evoca un oscuro “acuerdo entre un presidente aislado y una extrema izquierda incendiaria”. Pero, como ya mencionamos, fue el mismo RN el que favoreció el sentimiento de que se estaba ante un referéndum. El resultado de este ejercicio democrático, si bien con sus reglas particulares, tampoco es un efecto del maltrato de las élites, como parece defenderlo el filósofo Michel Onfray (entrevistado por el periódico La Stampa). En realidad, el resultado muestra que el esfuerzo que desde 1989 ha realizado la extrema derecha para “desdiabolizarse” y adquirir la imagen de un partido normal, no ha funcionado realmente. Máxime que, al asomarse a la puerta del poder haciendo declaraciones poco afortunadas, mostró un rostro que terminó por disuadir a muchos.

Ahora bien, como salta a la vista, la interpretación de los resultados puede ser engañosa. Por ejemplo, si bien como agrupación de izquierda, el Nuevo Frente Popular -que incluye tanto a la izquierda radical como al Partido Socialista, a verdes y a comunistas- es la agrupación que cuenta con más escaños, no se debe olvidar que el partido en cuanto tal que más votos obtuvo fue el RN. El politólogo Dominique Reynié observa que el conjunto de las derechas suma más de un 20% que aquel de las izquierdas. Esto significa, entre otras cosas, que el hecho de que se haya bloqueado el triunfo de la extrema derecha no resuelve los problemas que, de una u otra forma, expresan sus electores. Es claro que el resultado del 7 de julio nutre la frustración y el enojo de quienes votaron a favor del RN. No se trata de un asunto coyuntural, desde 1981 el crecimiento de la extrema derecha parece ser una tendencia profunda de la sociedad francesa. Por lo demás, su crecimiento en los dos últimos años tuvo una notable aceleración de15 puntos porcentuales.

Probablemente estamos ante una crisis de régimen, puesto que la actual Quinta República, en vigor desde 1958, fue diseñada para que Francia pudiera contar con un gobierno de mayoría. El propósito era el de evitar los problemas de la Cuarta República que, entre 1946 y 1958, tuvo 22 gobiernos con una media de duración de 7 meses. Las elecciones del 7 de julio no le dieron la mayoría absoluta a ninguna agrupación. El nuevo paisaje político francés está dividido entre tres partes que deben ponerse de acuerdo, pero dificilmente lo harán. Como algunos observadores han señalado, una interacción entre tres cuerpos produce un “orden” caótico (“el problema de los tres cuerpos”). Un juego a tres bandas en donde los tres jugadores desconfían entre sí promete una difícil estabilidad y una casi imposibilidad de realizar las grandes reformas que tanto necesita el país. Incluso en el seno de cada uno de estos sectores, en particular en el Nuevo Frente Popular, existen grandes tensiones y divergencias. A este escenario podemos agregarle el inquietante papel de un presidente que ha demostrado ser de naturaleza imprevisible. Con la disolución de la Asamblea y las nuevas elecciones, Macron pretendió aclarar el escenario político francés. Todo indica que lo que consiguió fue volverlo más confuso, inestable e impotente. Esperemos que el genio francés encuentre una salida a su nuevo laberinto.

*El autor es profesor de filosofía política en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Ensayista y Articulista. Actualmente desarrolla una estancia de investigación en París, Francia.