elpost

Investigación, análisis e información.

La disolución de Emmanuel Macron

Foto: Especial

Juan Cristóbal Cruz Revueltas *

06/07/2024

En 2017, a sus 39 años de edad, Emmanuel Macron se convirtió en el más joven presidente de la historia de Francia. En ese momento, con el movimiento fundado por él mismo denominado En Marche, parecía abrir un horizonte fresco y modernizador desde el centro ideológico que podía desafiar la tradicional y anquilosada oposición izquierda-derecha de los partidos políticos franceses. Sin embargo, algo difícil de entender sucedió el pasado 9 de junio por la noche. No había trascurrido una hora de la publicación de los resultados de las elecciones europeas cuando Macron anunció la disolución de la Asamblea Nacional. El hecho sorprendió a propios y extraños, máxime que, durante los días de campaña electoral, el mismo Macron había insistido que no había ninguna razón para que el resultado de dichas elecciones impactara en el ámbito nacional. Pero, tras el anuncio de la disolución, rápidamente quedó clara la amenaza de una probable abrumadora mayoría en la Asamblea Nacional a favor del partido de extrema derecha, Ressemblement National (RN). Era de suponer que el resultado de las elecciones europeas se replicaría en las elecciones nacionales del 30 de junio, como ya sucedió al momento de escribir estas líneas, y en la segunda vuelta del 7 de julio. Ante esta evidencia, muchos pasaron pronto de la sorpresa a la inquietud.

Un ejemplo de esa mezcla de sorpresa e irritación que produjo la decisión de Macron fue el contundente editorial del 1 de julio del periódico de derecha Le Figaro, en el que se sentenciaba con toda claridad: cuando los historiadores consideren la disolución, sólo tendrán una palabra: desastre. Macron tenía casi todo: tres años más en la presidencia, una mayoría relativa en la asamblea, un partido, una base electoral, y autoridad. Ahora lo ha perdido casi todo. En efecto, el resultado de las elecciones europeas podía haber pasado rápidamente al olvido y, sin embargo, Macron logró fijarlos en el mármol de manera definitiva” observa por su parte y no sin cierta amargura el ensayista Alain Minc.

¿Cómo entender una decisión tomada a la manera de quien reacciona a bote pronto con una caprichosa venganza o a manera de quien se juega el futuro de su país en una jugada de póker? En el entorno de Macron se alega la necesidad de que el pueblo aclare su posición. Curiosa solicitud para un pueblo que justo acababa de pronunciarse. De nuevo para Minc la respuesta se encuentra en otro ámbito: que un hombre que se supone inteligente tome una decisión tan absolutamente estúpida, significa que la dimensión psicológica tomó el paso sobre la reflexión y la razón” (Alain Minc). En el contexto de la política contemporánea, Macron no ha sido el único en tomar decisiones irracionales con efectos negativos incalculables: tal fue el caso también de la decisión de David Cameron de convocar a un referéndum sobre el Brexit o la de Putin de invadir Ucrania. En cuanto a Macron, se puede pensar que, con una sola mala decisión no sólo disolvió la Asamblea Nacional, también disolvió su papel como presidente y ha puesto en riesgo el futuro de su país.

La decisión de Macron no sólo fue una muy mala decisión, también fue tomada en el peor de los momentos. Justo unas semanas antes de la inauguración de las Olimpiadas que tendrán lugar en pleno centro de París. Es de notar que el Ministerio del Interior ha dado señales de su inquietud respecto al riesgo de atentados terroristas en el contexto de los Juegos Olímpicos (ver también, por ejemplo, entrevista a Pierre-Marie Sève, Le Journal du Dimanche 17 de mayo de 2024). La decisión de Macron se dio también luego de que, a finales de mayo, la agencia Standard & Poor’s bajó la calificación crediticia de Francia y cuando el país debe enfrentar una deuda de 285 mil millones de euros. De hecho, algunos encuentran aquí el motivo oculto de la disolución: Macron habría querido evitar asumir la responsabilidad y delegar el problema de la deuda a otra agrupación política.

La decisión dañó la renovación política en Francia ya que se dio justo en el momento en que el hijo del filósofo André Glucksmann, Raphael Glucksmann, había logrado una brillante campaña en las elecciones europeas, consiguiendo un 13,8% de los votos, y parecía abrir una brecha social demócrata razonable frente a la delirante izquierda caudillista de Jean-Luc Mélenchon. Pareciera que Macron quiso impedir a la izquierda democrática izar su bandera de regreso en la escena política.

En el ámbito internacional, la decisión de Macron se dio en un momento crítico para Europa con la invasión rusa de Ucrania y cuando Trump amenaza con volver a la presidencia de los Estados Unidos. Es decir, en el momento en que la Unión Europea necesita reforzarse. Recuérdese que Macron se había presentado como el mejor abogado de la Unión Europea, de la democracia y de la defensa del derecho internacional frente al autoritarismo y el neoimperalismo ruso. Con la disolución, Macron consigue todo lo contrario: abrió la vía al poder a los dos extremos ideológicos de izquierda y de derecha iliberales que no ocultan su poco agrado a la Unión Europea ni su inclinación a favor de Putin.

Queda claro que luego de su decisión su figura como presidente ha perdido toda credibilidad. En lugar de ser una fuente de estabilidad, Macron se ha convertido en la imagen de un generador de caos y confusión. La pregunta es hasta qué punto será grave la crisis que enfrentará Francia en los próximos días, años y decenios. No sabemos si tras las elecciones del 7 de julio Francia se transformará en otra experiencia iliberal, en un país que habrá perdido su excepcionalidad universalista, en un país que se descubrirá fragmentado y polarizado, y transformado en una entidad política tan desagradable y nacionalista o incluso racista como cualquier otra.

Por ahora parece que “como en los dramas shakesperianos,” dice Minc, “el final borra todo lo demás”. En efecto, del periodo del gobierno de Macron quedará sobre todo el haber puesto a la extrema derecha en la antesala del poder y el haber tomado una de las decisiones más aberrantes de la historia reciente: la disolución de la Asamblea Nacional.

*El autor es profesor de filosofía política en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Ensayista y Articulista. Actualmente desarrolla una estancia de investigación en París, Francia.