Cuál debate, cuál diálogo
Israel Covarrubias
13.11.2024
El partido Morena y sus aliados han reducido la política nacional a una operación de refrendo y agasajo de sus anomalías. Olvidemos la posibilidad de debate y mucho menos de diálogo. Lo que ayer sucedió en la Cámara de Senadores al ratificar a la incompetente Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), además de ser un ataque a los DDHH, es un indicio de lo que será la primera parte del sexenio con relación al trabajo legislativo.
Hoy tenemos una mayoría que no tiene el interés de dialogar y mucho menos de debatir con lo que queda de la oposición partidista, salvo burlarse infantilmente de su pequeñez y su irrelevancia legislativa. Lo que salta a la vista es la violenta capacidad de supresión del otro por parte del partido en el poder, con lo que imposibilita la construcción de formas de pensarnos con y a través del otro. Si dialogar significa abrir camino y abrirse al otro, volverse casa y camino al mismo tiempo, entonces el diálogo es escuchar, y escuchar es aprender a contradecir y polemizar. En este momento, hay todo menos polemización en el sentido de poner en entredicho los regímenes de discurso y los lugares de habla que no sirven al país, sino solo a unos cuantos.
Ayer observamos impotentes la actuación de un bloque mayoritario que vive de la resaca de su triunfo electoral de junio pasado, pero que ha dejado de lado la producción de nuevas y mejores leyes, de nuevos y mejores límites a la discrecionalidad del poder, y que puede volverse en contra de sus propios arquitectos. Tenemos una mayoría legislativa sin interés por distinguir con claridad cuáles son las funciones fundamentales del poder y sus controles. Esto me hace recordar la máxima de Lord Acton cuando sugería en el siglo XIX que “el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Lo que Morena ha inaugurado es una política en línea recta, donde lo más interesante es saber si dentro del bloque mayoritario hay o no desgajamientos y oposiciones, si uno o varios senadores o diputados de Morena o sus aliados dicen no a su propia aplanadora. Mientras tanto, la oposición que no es oposición real sino formal, deviene observadora impávida de un espectáculo que ella contribuyó a su creación. En esta comedia burda, todos los partidos políticos son responsables, por lo que tendremos que esperar hasta las nuevas elecciones intermedias para abrir una opción de que cambie la composición de las Cámaras, cosa por lo demás complicada con la oposición partidista que tenemos, y con los amagues que se vislumbran tímidamente en el horizonte de nuevas fuerzas políticas que parece estarían colocadas en la extrema derecha.
Lo que queda es la expectativa de que la titular del gobierno federal sea lo suficientemente inteligente como para reequilibrar su fuerza política y ampliar los horizontes de la conducción institucional del país, que hoy se muestra convulsa a causa de los acontecimientos de las últimas semanas, donde el país sigue en llamas respecto a la violencia difusa, y sobre todo frente a la violencia que es más terrible, llamada por un eufemismo fatal como un mero efecto del crimen organizado.